viernes, 19 de agosto de 2011

MIEDOS


Un día intentó desterrarlos. Los echó a patadas de su vida pero solo consiguió que volviesen con más fuerza. Con un palo los golpeó hasta desfallecer; se marcharon arrastrándose y regresaron erguidos a su puerta. Probó con todo lo que tenía en casa: atizador y taladro, matamoscas y abrelatas. Incluso azuzó a su caniche experto en ladridos agudos. Nada. Ellos permanecían a su lado, inmunes a cualquier intento de ahuyentarlos. Resignado a vivir con ellos para siempre, decidió ignorarlos. Y los miedos, al fin, lo dejaron en paz.

Sara Lew

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